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Reseña de La victima incierta por Ricardo Quintana

Reseña de La victima incierta  por Ricardo Quintana

En la tarde del pasado jueves 18 tuve el honor de presentar en la librería La Buena Vida la última novela de Pedro Uris. Permitidme que copie y pegue en este hilo lo que he escrito en NOIRESTYLE, página hermana donde los dos también habitamos.


"En la ficción no cuenta la verdad sino el verosímil, aquello que (para el espectador) tiene apariencia de verdadero. Hay veces que una gran mentira es verosímil y, también, hay ocasiones que la realidad se nos antoja poco verosímil", escribía hace unos días el maestro Leffe, o sea, Pedro Uris, autor de esta novela, al comentar un film basado en hechos reales pero contado con una gran dosis de fantasía. Viene a colación esto porque la narrativa de Pedro Uris, (Maná, El síndrome de Herodes), se ha sustentado hasta la fecha en unos argumentos fantasiosos, basados en hechos relacionados con la biología más avanzada y futurista, pero descritos con tanta precisión y claridad que su apariencia de hechos improbables se convertían en hechos verosímiles. Esas joyas tituladas Maná, El síndrome de Herodes, me las he creído "a pies juntillas".

Esta su última novela, recién salida del horno, no va por caminos fantasiosos sino que se sustenta en una realidad vivida, el paso de Pedro Uris por la vida en su Valencia natal, a la que se añade la inventiva de unos hechos criminales que no sucedieron nunca, pero que están cargados de verosimilitud. ¿Por qué? Porque la historia nace de un hecho cierto, las elecciones generales de 1982, en una Valencia real con referencias a documentales de cine que realmente se rodaron, con referencias a salas de cines que fueron y ya no son, a cine clubs que alumbraron la vida cinematográfica valenciana, con Cartelera Turia jugando su papel en la historia. Y con una película de 1954, cuyo nombre me reservo, que es un personaje más en la novela. Todo ello nacido del deseo del autor a echar un vistazo a lo vivido y amado mediante la unión de su amor por la novela con su pasión por el cine. Era "crónica de una nueva vida anunciada" que cine y literatura se unieran en una película o en una novela de Pedro Uris. Ganó la letra impresa.

Dicho esto queda por reflejar mi opinión sobre la novela. Pues me ha parecido un notable libro. Tiene un buen personaje, Nico, un policía al estilo de la nueva novela negra, que carga con su mochila de culpa al estilo de los Harry Bosch (Michael Connelly), Harry Hole (Jo Nesbo), Erlendur Sveinsson (Arnaldur Indriðason) o el Charlie Parker de John Connolly, aunque su mochila, afortunadamente para él, no llegue a pesar la de ellos. A este personaje le acompaña otros de buen calado, especialmente el de Julia, todo un hallazgo bien desarrollado. Y además me ha gustado la novela porque, más allá del interesante aspecto policíaco del asunto (¿Esas muertes fueron realmente accidentales o se trata de muertes provocadas?) se encuentra una novela negra en el sentido que creo debe tener el concepto: novela que se apoya en un hecho delictivo para retratar determinados aspecto de la sociedad en la que habita. Más allá de la catarsis buscada y conseguida, la intención de la novela desde un inicio no fue otra que lo dicho por Pedro Uris en su blog El Bosque de Birnam: "En los últimos años del franquismo, cuando el cambio ya estaba en el horizonte, muchos de los antifranquistas de última hora trataban de maquillarse el currículo para medrar en la democracia que se avecinaba. Ese era el nervio que iba a unir toda la trama. Los que se dejaron la piel y no llegaron a ninguna parte y los que pasaron de puntillas y se subieron al futuro. Los que triunfaron y los que perdieron. Los héroes y los impostores."

Una novela para recomendar sin lugar a dudas, donde se encuentra presente el inconfundible estilo del autor: capítulos cortos que incitan a seguir con la lectura; frases que cierran los capítulo con la fuerza suficiente como para crear una expectativa; adelanto de un hecho futuro en medio de un capítulo. Una hábil técnica narrativa que facilita una lectura ágil, sin despreciar el elemento brechtiano de un distanciamiento siempre necesario para la adecuada reflexión final. ¡Enhorabuena, Pedro!